La Invasión Libertadora en Iberia el 30 de diciembre
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30 de diciembre
Invasión Libertadora
de José Miró Argenter

• 1895 -

José Miró Argenter en “Cuba Crónicas de la Guerra (La Campaña de Invasión) - Tomo I: Segunda Edición” de la Editorial Lex, 1942, páginas 250-253 describe los acontecimientos del 30 de diciembre de 1895 en la Historia de Cuba:


“Iberia”
“Continúa el avance hacia Occidente. -Nuevos encuentros con el enemigo.”
“-Disposiciones del Cuartel General. -El esfuerzo de España. ”
“-Termina el año 1895.”

   “Amaneció el día 30 de Diciembre con no muy agradable faz para el ejército invasor, roto de fatiga y mermado por el plomo. Bajo tristes augurios terminaba el primer año de la Revolución, en medio de un cuadro fúnebre y dolorosamente instructivo; junto al lecho de muerte de soldados heroicos que se despedían para siempre del mundo y de la patria amada, sin llevarse el consuelo de verla feliz, la luctuosa procesión de los heridos en andas, como larga hilera de féretros que va en camino del cementerio. El torvo semblante de la fortuna parecía anunciarnos los funerales de la invasión.


   “Abarcando nuestros caudillos de una sola ojeada la gravedad de los sucesos, se dispusieron a hacerle frente, con ánimo valeroso y resolución inquebrantable, sin desistir del objetivo principal de la campaña, sin demostrar flaqueza ante nuestros soldados, ni mucho menos ante el enemigo a quien presentarían la cara cuantas veces fuera menester, aun en aquellas circunstancias excepcionales, tan críticas para nuestro ejército: no se iría, pues, a buscarlo en sus campamentos mientras no tuvieran refugio los heridos que, por su estado de gravedad, no podían montar a caballo, pero no se rehuiría la provocación al lance en ningún terreno. La experiencia de la lucha había demostrado que hacer alto para combatir, era menos peligroso que sufrir por la espalda la agresión del adversario, por aflictiva que fuese la situación propia. El general Maceo dejó entrever su pensamiento de saludar el año nuevo en la provincia de la Habana, para dar ánimo a la tropa ilesa; y ello bastó a disipar la negra pesadumbre que se había apoderado de los corazones. La penetrante mirada del caudillo, recorriendo de un golpe la formación y escudriñando el interior de todos, vino a ser el rayo de sol que aclara los horizontes plomizos de una mañana tempestuosa ¡tanta era la fe que se tenía en aquel hombre extraordinario!


   “El corneta de órdenes tocó marcha, que prometía ser tan agitada y penosa como la del día anterior, pero al fulgor de aquellos ojos y al ímpetu irresistible de su gallardo continente, todo el mundo se dio prisa, y empezó a desfilar la vanguardia con la marcialidad de una tropa que sale del cuartel después de largo descanso. Ya en camino, hubo que destacar varios grupos de infantería para contener a los españoles, que, según noticias de buena fuente, desde el central Baró se encaminaban a nuestro campamento de Reglita, en donde sólo quedaba la extrema retaguardia que sostuvo ligeros tiroteos con los exploradores de Suárez Valdés (1). Al cruzar la línea férrea de Sabanilla, por las inmediaciones de la Isabel (entre Corral-falso y Cuevitas), los pitazos de alarma de una locomotora anunciaron el enemigo sobre nuestro flanco izquierdo; el lado más débil, como en la segunda acción de Calimete, y con las camillas también detenidas por el obstáculo de algunos cercados de piedras, en los que era necesario abrir portillos para que pudiera cruzar toda la ambulancia. El tren se desvió al ocupar nuestra vanguardia la línea mencionada, dirigiéndose por uno de los ramales al ingenio Unión, y con esa maniobra se situó mucho más cerca de las camillas; éstas no podían abreviar el paso. El terreno no ofrecía quebrada alguna, era liso, sin arboleda y con los valladares de cascajo que allí se utilizan para determinar los lindes de cualquier paño de tierra: la situación era otra vez crítica, amenazadora. Los españoles avanzaron de frente, por dos guardarrayas, aunque sin romper el fuego, no obstante la proximidad del enemigo. Gritaban ¡viva España! y hacían flamear una bandera, probablemente la del batallón o regimiento a que pertenecían. Casi ya tocándose unos y otros combatientes, se rompió el fuego: los españoles desde la guardarraya de un cañaveral, y los nuestros desde el campo raso; las camillas acababan de cruzar por allí. Nuestra infantería tomó entonces uno de los vallados y sostuvo durante un cuarto de hora la pelea, mientras las fuerzas de vanguardia hostilizaban la reserva de los españoles que se apoyaban en el mismo tren. Este combate no revistió mayor importancia: sólo tuvimos cuatro bajas. Aunque las fuerzas enemigas no eran numerosas, pudieron ocasionarnos muchas y sensibles pérdidas si inician el combate con anticipación, al pasar las camillas por el lugar más próximo al ingenio. Nuestra opinión -que a fuer de enemigos leales consignamos aquí- es que el jefe español respetó nuestra ambulancia; a cada cual lo suyo. Unico hecho de esta naturaleza que hemos presenciado en toda la campaña.


   “Contra todo lo que se esperaba, no tuvimos nuevos encuentros en la jornada del 30 de Diciembre. La columna que intentaba seguirnos por la huella, se detuvo algunas horas en Reglita, escudriñando las tiendas de nuestro vivac, desierto de tropas cubanas, y las que operaban en combinación con el general Suárez Valdés, o permanecieron quietas o tomaron rumbo distinto al de la hueste invasora. Pernoctamos en el ingenio Nueva Empresa, donde obtuvimos cómodo alojamiento y abundancia de vituallas.


   “El día 31 nos dirigimos hacia Manjuarí, Sur de Matanzas, con objeto de dejar los heridos de gravedad, que transportados en hombros de nuestros soldados y del paisanaje de los contornos, dificultaba los movimientos de la columna y constituía un serio peligro, ya varias veces arrostrado para que pudiera arriesgarse en lo sucesivo. Los heridos de la acción de Calimete, y algunos más, de otros combates anteriores que se evadieron de causar baja en la Ciénaga quedaron en Manjuarí, costa también de la misma Ciénaga memorable, y en donde habrían de padecer doble persecución y mayores infortunios. Realizada que fue esta delicada operación, y sin embarazo el ejército libertador, continuó la marcha hacia Occidente, y logró situarse casi en los límites de la provincia antes de que terminara el último día del año, pues no era aun media noche cuando se hizo alto para acampar en el sitio del Estante; de nuestro campamento a las fronteras de la Habana no había más que una jornada corta (de la tropa insurrecta). Los propósitos de nuestro caudillo estaban ya al cumplirse de un modo lisonjero, y todo indicaba que la fortuna, poco há huraña con nosotros, volvía a mostrarse risueña y liberal.


   “Ruda había sido la jornada del día 31 (catorce leguas de incesante andar); pero nuestras tropas despidieron el año 1895 con demostraciones de júbilo y entusiasmo, y vivaquearon alegremente con el espléndido botín adquirido en el trayecto.”...


   “(1) A este hecho de armas debe referirse el parte oficial que dirigió Martínez Campos el día 31 de Diciembre al Ministro de la Guerra, y que publicaron los periódicos de Madrid:

   “"Habana 31. -Suárez Valdés alcanzó ayer retaguardia enemiga y le causó dos bajas. Enemigo no esperó y se fraccionó al Norte de Cuevitas, tomando unos dirección Tabaco y otros Corral Falso. -Campos".


   “Esta es la única vez en que Suárez Valdés declaró la verdad en lo que respecta al número de los muertos vistos; puesto que, al llegar a la colonia de Reglita, encontraría dos soldados moribundos, o quizás ya exánimes, que nos vimos obligados a dejar allí porque el cuerpo de Sanidad manifestó que sus minutos estaban contados. El jefe de Estado Mayor del general Maceo (el autor de estas Crónicas) los dejó al cuidado del dueño de la casa, con un papel escrito y firmado, en el que hizo constar el nombre de los moribundos y las circunstancias en que quedaban; diciéndole al buen señor aquél que los enterrara si morían antes de que llegara la primera columna, y de no, que exhibiera el documento y el cuadro al jefe de los españoles. No serían otros los muertos que nos hizo el general Valdés.”



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Última Revisión: 1 de Agosto del 2008
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