Calendario Cubano
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El 27 de enero en Acuario
Acuario



27 de Enero de 1952 - Revista Carteles conmemorando el Natalicio de José Martí el día 28 de Enero.


27 de Enero de 1952 - Revista Bohemia conmemorando el Natalicio de José Martí el día 28 de Enero.

27 de Enero
27 de enero - Transporte en Cuba.
Transporte en Cuba

• Santos católicos que celebran su día el 27 de enero:

- En el Almanaque Cubano de 1921:

San Juan Crisóstomo, doctor

- En el Almanaque Campesino de 1946:

Santos Juan Crisóstomo, patrón de los Predicadores, Emerio y Mauro, confesor y Tarssio, mártir


• Natalicios cubanos:

Villate Montes, Gaspar: -Nació el 27 de enero de 1851, en La Habana y falleció en París el 10 de octubre de 1891. Maestro compositor y virtuoso del piano que a los ocho años de edad ejecutaba composiciones clásicas con sólo oírlas una vez. Su padre lo puso bajo la dirección de Espadero y luego lo envió al Conservatorio de París. Alcanzó grandes triunfos por sus composiciones, entre ellas la ópera “Zilia u odio et amore” que se estrenó en la Opera de París con éxito de crítica y público; “La Zarina”, ópera, en el Teatro Real de La Haya; “Baldassare”, ópera, en Madrid, además de las óperas “Inés de Castro”, “Cristóbal Colón”, numerosas piezas de diversos géneros, etc. La marcha fúnebre que se tocó en el entierro de Alfonso XII composición también suya era. Su nombre aparece en el Diccionario de Operas y en la Historia de la Música, de Félix Clément.


Guije.com - estudios en la cultura y la historia de Cuba El 27 de enero en la Cultura Cubana

• 1860 -

- Coronación de Gertrudis Gómez de Avellaneda por el Liceo Artístico y Literario de la Habana. Nota: Algunos textos indican la coronación de la poetisa haber tomado lugar el 11 de febrero.

Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 59-60 nos describe los acontecimientos del 27 de Enero de 1860:

   “La fama de la poetisa hija de Camagüey había corrido ya por todas partes. Tenía ciertamente bien ganado cualquier homenaje "la mujer española que mejores versos líricos y más notables piezas dramáticas había producido en todo el curso de la literatura castellana". Cuba le debía el tributo de su admiración. Sólo era de aguardarse, cuando la consagración intelectual de Gertrudis Gómez de Avellaneda revestía el carácter de cosa juzgada, el momento propicio para que La Habana, en acto público, mostrase su orgullo ante la existencia del genio patrio, vinculado en la eminente camagüeyana.

   “En el séquito del capitán general Franciso Serrano llegó a Cuba el coronel Domingo Verdugo, esposo de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Vino entonces ella también a la Isla. Buen cuidado tuvieron los intelectuales de preparar su coronación, el medio más propio de poner de relieve la admiración sentida hacia la poetisa. Fue "la noche del viernes 27 de enero de 1860 cuando, ante inmensa concurrencia, pusieron en sus sienes con gran -solemnidad, en el Gran Teatro de La Habana, una magnífica corona de laurel de oro y esmalte en nombre del país, de la isla natal, que con orgullo la contaba y cuenta como la más famosa de cuantas mujeres en su suelo vieron la luz del día."

   “En tres partes se celebró la fiesta. La primera de aquéllas fue musical, y sobresalieron el pianista Luis Gottschalk y el violinista José White. La segunda fue dramática, representándose La Hija del Rey René. La tercera consistió en lo puramente literario. Al levantarse en la tercera parte el telón aparecieron en la decoración del fondo, debajo de un gran retrato de Isabel II, siete sillas y en ellas sentados al centro el presidente del Liceo de La Habana -el conde de Santovenia-, a su derecha Gertrudis Gómez de Avellaneda y en los demás butacones Luisa Pérez de Zambrana, la condesa de Santovenia y otras damas distinguidas. José Ramón Betancourt, hijo de Camagüey, abogado, orador y director del Liceo, leyó un extenso discurso. Después el auditorio escuchó versos de Esteban de Jesús Borrero, José Fornaris y Antonio Enrique Zafra.

   “Un momento trágico, como lo llamó Enrique Piñeyro, hubo, sin embargo, antes de la coronación. Acababa de determinarse abreviar la fiesta cuando, sin anuncio ni introducción de ningún género, un desconocido, de tez amarillenta, ropa, barba y cabellos negros, un tanto fúnebre en la apariencia, se adelantó al proscenio y, con descompasados gestos y voz alterada y desagradable, comenzó a leer algo que luego se supo era un romance. El escándalo así provocado fue descomunal. Nadie sabía quién era tan extraño personaje, que luego se averiguó se apellidaba Muñiz y estaba empleado en las oficinas públicas. Ante los silbidos, risas, carcajadas y gritos de los espectadores permanecía impertérrito. La insigne poetisa, entre tanto, resultó presa de profunda indignación por lo que acontecía. Piñeyro, en sus recuerdos de aquella escena, dijo a la posteridad cómo él pudo observar -todavía al ceñir Luisa Pérez de Zambrana y la condesa de Santovenia la frente de la Avellaneda con la corona de oro- la huella de una gota de sangre que se deslizó por su labio inferior, arrancada por la impotencia con que luchaban en tal ocasión su inmenso orgullo e indomable carácter.”



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Última Revisión: 1 de Abril del 2008
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