La Invasión Libertadora el 8 de enero
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8 de enero
Invasión Libertadora
por José Miró Argenter

• 1896 -

José Miró Argenter en “Cuba Crónicas de la Guerra (La Campaña de Invasión) - Tomo I: Segunda Edición” de la Editorial Lex, 1942, páginas 304-310 describe los acontecimientos del 8 de enero de 1896 en la Historia de Cuba:


“Pinar del Río”
“Principia la campaña de Pinar del Río.”
“-El combate del Garro.”
“-Aspecto del país y carácter de sus naturales.”

   “No quería Maceo inaugurar la campaña de Pinar del Río sin el complemento de una función estrepitosa, diurna o nocturna, en cualesquiera de las barriadas de la capital; la hubiera preferido nocturna, porque los efectos de la iluminación y los estampidos de la pólvora sonarían con mayor viveza; pero concibió el pensamiento de ejecutarla a pleno sol, en virtud del ineficaz resultado de las últimas exploraciones. Con ese fin, hizo que las tropas tomaran las armas al romper los claros del día, para que hubiera tiempo y oportunidad de examinar el campo en que habría de efectuarse la algarada, cuyo estruendo llegaría hasta el parque central de Habana, y se pondrían en evidencia no sólo los defensores de la integridad, sino también los literatos autonomistas. Con esta denominación singular comprendía Maceo a los simpatizadores platónicos que se llamaban agentes de la revolución dentro de las ciudades, para no ir al monte, y se jactaban de prestar mayores servicios a la causa de la Independencia que los soldados heroicos que daban su vida en el campo del honor.


   “A la salida del ingenio Maurín nos encaminamos a la playa de Baracoa, con la idea de despistar al vecindario de aquellos contornos y corrernos después por el litoral hasta las inmediaciones de Marianao, por ser ésta la localidad que el general Maceo intentaba atacar desde la víspera; pero al aproximarnos a la playa, nuestros confidentes nos informaron que en, la población se levantaban trincheras a toda prisa, cerrándose las bocacalles con adoquines, palizadas, barrotes de ferrocarril y otros parapetos, y que numerosas fuerzas españolas acudían a la plaza para guarnecerla en debida forma. A estas desagradables noticias, siguieron otras de carácter alarmante y no menos autenticas, en atención a que nos fueron comunicadas desde el central Lucía por un mensajero que expidió el dueño de la finca, al tener conocimiento de la proximidad de una columna española y de nuestra permanencia en la playa de Baracoa. Hubo que salir precipitadamente de allí, donde teníamos el mar por barrera y el enemigo a nuestras espaldas.


   “Para huir del peligro mayor, que era el mar, fue necesario repeler el ataque de los españoles, yendo a su encuentro, y desfilando a su vista con imperturbable serenidad, aguantar firmes la primera rociada de plomo. La columna se hallaba en el ingenio Palomino con las dos alas ya desplegadas, los tiradores prevenidos y con la reserva bien apoyada en las fábricas de la, finca. Maceo se puso en la vanguardia para dirigir la formidable maniobra desde el sitio más peligroso. En efecto, la primera descarga de los españoles copió de lleno al Estado Mayor, y aunque no fue todo lo mortífera que era de esperarse, el General logró el propósito de hacer desfilar los regimientos de caballería en columna de honor, como si se tratara de una revista solemne. No quería Maceo aceptar el combate en aquel lugar, sino al lado opuesto del central Lucía; pero la brusca agresión del enemigo y el despliegue inmediato de sus batallones, que avanzaban con denuedo, le obligó a repeler el ataque con el regimiento de Las Villas, que cubría la retaguardia, el cual marchó de frente sobre el enemigo, con su bizarro coronel a la cabeza. No pudieron estos escuadrones hacer jugar el arma blanca, pero repetidas veces descargaron sus carabinas y revólveres con buena puntería. La acción se formalizó en las cercanías del central Lucía, casi en el mismo batey, a donde el General no deseaba que llegara la pelea. Pero en posesión los españoles de las fábricas de Palomino, y cubriendo los caminos inmediatos que conducían al central de Lacoste, no hubo más remedio que abrirse paso por entre las guardarrayas para poder llegar al batey del Lucía con antelación a los españoles. Avanzaron con denuedo el regimiento Las Villas y varias fracciones del regimiento Céspedes, descargando carabinas y revólveres sobre las emboscadas enemigas, en tanto Maceo se abría paso por otra guardarraya para darle aviso al dueño del ingenio, y dejar a su cuidado, si era posible, los heridos de mayor gravedad, entre ellos el coronel Federico Pérez Carbó, jefe del despacho del cuartel general, y el ayudante Bolívar.


   “El señor Lacoste, dando pruebas de gran serenidad, desafió el aguacero de plomo desde los corredores de su vivienda, y recibió los heridos que le fueron recomendados por Maceo en persona y por el que escribe estas páginas de la guerra. ¡Admirable conducta que debe señalarse en este lugar del relato, porque ella comprueba la bondad y el patriotismo de aquel cubano leal y de su distinguida esposa, que pudiendo alejarse del país, aceptaban todas las consecuencias de la feroz discordia y se aproximaban al peligro! Recordamos perfectamente las palabras del señor Lacoste en aquellos críticos momentos, mientras nos servía una taza de café con imperturbable serenidad: "General: he oído decir a los del cónclave autonomista que si usted pasaba el estrecho del Mariel, sería más grande que Aníbal". A lo que contestó Maceo, aceptando con orgullo la felicitación: "Yo no sé dónde está esa angostura de las tormentas, pero déme mañana por situado en Pinar del Río. Y hasta la vista, amigo, que los españoles pueden levantar acta de esta conferencia, peligrosísima para usted y su señora". -"¡Buena suerte, General, buena suerte!; y haga que nos quemen algunos cañaverales para poder disimular la nota de laborantes!" Los heridos fueron cuidados con esmero por el señor Lacoste y sus familiares, y restituidos al seno de la Revolución cuando estuvieron otra vez en aptitud de empuñar las armas.


   “El general Prats, jefe de la columna española, compuso el siguiente parte:


   “"Después de constante persecución, hoy, a las doce y media desde Palomino avisté al enemigo que desde la costa marchaba en dirección a las lomas de Guanajay; salí con columna, rompiendo el fuego a los breves instantes -que continúa a estas horas -que desaparece el enemigo por el momento en precipitada retirada. Partida se componía de unos dos mil hombres mandados por Maceo, Miró, Zayas, Núñez y otros".


   “"En momentos de avance se le tomaron posiciones durante ocho kilómetros por las lomas de Baracoa, Valenciano, Govín, central Lucía y loma de los Mameyes, con fuego constante y repetidos ataques, retirándose enemigo con dirección a Banes, continuando persecución caballería para quedar sobre rastro, que seguiré mañana cualquiera que sea el número de la partida, aprovechando el quebrantamiento moral y material, consecuencia de este encuentro, para batirlos".


   “"Por nuestra parte, heridos graves el capitán del Rey, José Balbás, dos soldados, uno menos grave y ocho caballos muertos".


   “"El enemigo dejo en el campo ocho muertos, y según dice el dueño de la finca citada, el cabecilla Miro va herido, suponiendo lleven bastantes más bajas por el arrojo que demostraron en el combate, acercándose en grupos al descubierto. Caballos muertos, 23, cogidos 32, varios armamentos y muchos efectos ".


   “"La persistencia de las partidas de ir a la costa y la presencia de un barco sospechoso que estuvo todo el día bordeando, hacen suponer pudiera tratarse de algún alijo o desembarco".


   “El general Prats, aunque menos hiperbólico que sus colegas, insiste, sin embargo, en inexactitudes de bulto; la primera está en el introito mismo de su jaculatoria... "Después de constante persecución"... (¿Donde nos había perseguido?) y la última, es el pasaje del barco sospechoso. Eso del barco sospechosos es una novela, pero tiene su historia. La referiremos en dos palabras.


   “Habiendo ido el jefe de Estado Mayor del general Maceo (el autor de estas Crónicas) a practicar un reconocimiento cerca de la playa de Baracoa, permaneció un rato en casa de unos pescadores, a quienes pregunto si por allí cruzaban muchos buques; si el mar era muy bravo y otras tonterías por el estilo. Y aquí concluye la historia del barco filibustero que vio el general Prats, en ilusión!


   “En la jornada del 8 de Enero acampamos por primera vez en el territorio de Pinar del Río. La nueva campaña se había inaugurado contra la voluntad de Maceo, que no pudo realizar el propósito de despedirse de la Habana con una función extra, descomunal. El semblante del caudillo no revelaba satisfacción, sino contrariedad y displicencia; y parecía de mal augurio el aspecto de su fisonomía en aquella inauguración un tanto desgraciada. Al día siguiente brillaba el sol de la victoria; con mayor gala que nunca.


   “Del país que vamos a recorrer ahora, no teníamos más que ligeros informes, contradictorios los más de ellos, y poco agradables para excitar el interés de la conquista. De la configuración del suelo y del carácter de sus naturales, la prensa venal y estrafalaria del partido español hacía descripciones tan estupendas que la propia geografía quedaba burlada, y convertidos en pecheros del integrismo los pobladores de Vuelta Abajo. A juzgar por esa prensa versátil, tan cínica a la sazón como posteriormente, el territorio de Pinar del Río era un campo limpio y desabrigado como la Mancha española, y su población indígena, laboriosa y enemiga de revueltas, se pondría del lado del gobierno para aniquilar a los orientales levantiscos que, sobre haber trastornado su propia región, intentaban perturbar el concierto de la paz y del trabajo en las prósperas comarcas de Occidente. Tal era, en síntesis, el tema diario de los periódicos llamados de información, que así soltaban embustes como blasfemias.


   “Acababan de decir que la Invasión había jugado la carta más peligrosa metiéndose por las angosturas del Mariel -argumento ya esgrimido cuando el paso de la trocha de Morón- y no faltaban corresponsales alabarderos y estúpidos que apuntaran la idea peregrina de que era un lazo estratégico, sabiamente, preparado por el numen del general Martínez Campos, para aprisionar a Maceo y a sus hordas de orientales. Martínez Campos jamás tuvo numen, y desde Peralejo carecía de suerte.


   “Pero no era de extrañar la disparatada opinión de los voceros del españolismo, cuando personas respetables por su ilustración y adictas a nuestra causa, participaban del mismo error, y hacían llegar hasta nosotros la siniestra profecía de que íbamos a una irremediable catástrofe por aquel rumbo desatinado. Ni el pueblo de Vuelta Abajo respondería al grito de independencia, porque sus disposiciones lo inclinaban al yugo español, ni la estructura del territorio brindaba condición alguna favorable para sostenernos a la defensiva ; y así, pues, nos eran igualmente funestos los caracteres físicos del país y el temperamento moral de sus moradores. No conseguiríamos nada más que verter inútilmente la sangre generosa de nuestros soldados en una empresa fatal para la vida de la Revolución. De suerte que, si nuestro insigne capitán no hubiese sido de un temple de alma tan heroico, el patriotismo de los pinareños, su valor sobresaliente y su abnegación sin igual, hubieran quedado en germen, o reducidos a la humilde exposición de conatos parciales, sin merecer de la historia patria otro concepto que el que se consagra a las simples tentativas. Admiremos una vez más el genio de Maceo, sus virtudes militares, su perseverancia, su tenacidad, su diligencia, su amor a la gloria, porque gracias a estas cualidades excelentes no se arredró ante ninguno de los formidables obstáculos de la naturaleza, ni se detuvo ante ninguna barrera alzada por el poderoso enemigo; no vaciló en atravesar las sirtes amenazadoras del estrecho, tras el cual se hallaba el grandioso teatro de finar del Río que el genio de Maceo convirtió en el más imponente de nuestras luchas, inmortalizándolo con ras épicas hazañas.


   “Al emprender la marcha en la mañana del domingo, nueve de Enero, cruzamos por primera vez la calzada del Mariel a Guanajay. El paisaje era bellísimo y ameno; a nuestra derecha, campos sembrados de caña formando suaves ondulaciones que se perdían en el mar, de un verde esmeralda, y por el lado opuesto montañas abruptas, estribos de la sierra de Guaniguanico que abraza por el Norte casi toda la comarca pinareña: ¡ caprichoso y encantador panorama ! El Lazareto del Mariel, con sus casas blancas y apiñadas, parecía una bandada de gaviotas en actitud de levantar el vuelo para ir en busca de mejor refugio contra el azote de las olas. El mar estaba encrespado, como si quisiera tragarse la costa echando rompientes y moles de agua sobre los cantiles del embarcadero y sobre las frondas más lejanas del paisaje, alumbrado por el sol de una mañana invernal. Nuestra sorpresa iba en aumento a medida que nos internábamos por aquel desconocido escenario, de perspectivas tan deliciosas. La gente invasora, gente fornida del lejano Oriente, acostumbrada a andar por el bosque alteroso, descalza, por breñas y zarzales, se preguntaba con asombro dónde se abría la llanura del afamado cultivo, la vega limpia y uniforme de Vuelta Abajo, que había de proporcionarle el tabaco apetecible, de hoja madura y superior, sin entrañas nocivas. El hechizo no se divisaba, por ningún horizonte. Aquí, cerros abruptos; allá, bosque: a un lado el mar, bravo y profundo; por el frente y por el otro flanco, el telón majestuoso de la cordillera, trasunto fiel del telón oriental y de otros escenarios montañosos. Y la sorpresa aumentaba aun más al observar semblantes risueños que no fingían la emoción del entusiasmo, en vez de caras adustas y fisonomías cubiertas con la máscara del disimulo. Todas las casas de la ruta, vivienda del campesino, tenían izada bandera blanca en señal de paz y concordia. ¿Dónde estaba la hostilidad del pinareño? ¿Dónde empezaba el continente negro, el continente de la servidumbre o la Mancha española, trasladada por las opiniones oficiales a la feraz campiña de Vuelta Abajo?... Algunos acompañantes de Maceo, que aun conociendo los tratados de geografía, habían desechado la verdad de la descripción ante los infundios de los periódicos españoles, y el mismo General que trataba de descorrer aquel velo misterioso, se hacían cruces de las invenciones del integrismo militante que echaba sobre Vuelta Abajo lo más estupendo de la crasa ignorancia, así en lo físico como en lo moral; ora apisonando cadenas de montañas, ora convirtiendo en ilotas irredimibles a toda una población sedienta de libertad y de derecho público.”



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Última Revisión: 1 de Agosto del 2008
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