1 de Febrero en el Calendario Cubano - en La Habana, Cuba
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El 4 de febrero en Acuario
Acuario

Cuba, en el Capitolio Nacional, La Habana, Cuba.
Cuba
Así es Cuba
Cosas de mi tierra

Jesús Alvariño Govante - Nació el 4 de Febrero de 1917 en La Habana, Cuba.

Roberto Miranda - Nació el 4 de Febrero de 1921 en San José de los Ramos.

Armando Roblán. - Nació el 4 de Febrero de 1931 en Bejucal, Habana, cuba.

Mayor Ignacio Agramonte
Ignacio Agramonte

General Antonio Maceo
Antonio Maceo

Iglesia de Candelaria, Pinar del Río, Cuba
Candelaria


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Catedral de La Habana, Cuba
Catedral de La Habana
La Habana
4 de Febrero
4 de febrero Regla desde la Bahía de La Habana, Cuba
Regla desde la Bahía de La Habana

• Santos católicos que celebran su día el 4 de febrero:

- En el Almanaque Cubano de 1921:

Santos Andrés Corsino y Remberto, obispos

- En el Almanaque Campesino de 1946:

Santos Andrés Corsino y Remberto, confesores y Santa Juana de Valois, reina


Guije.com - estudios en la cultura y la historia de Cuba El 4 de febrero en la Historia de Cuba


• 1896 -

- Antonio Maceo decide atacar Candelaria, Pinar del Río.

José Miró Argenter en “Cuba Crónicas de la Guerra (La Campaña de Occidente) - Tomo II: Segunda Edición” de la Editorial Lex, 1942, páginas 40-42 describe los acontecimientos del 4 de febrero de 1896 en la Historia de Cuba:

   ...“El mismo día 4 se unieron al Cuartel general 300 hombres de la zonas de Cabañas y el Rubí, al mando del teniente coronel Pedro Delgado. La columna de Maceo, con estos refuerzos, llegaba a 2,500 hombres de ellos 1,800 perfectamente armados, con municiones suficientes para sostener dos o tres combates de importancia. Nuestros factores de pelea atacaban al machete para ahorrar pertrechos, y utilizaban las armas de fuego después de la primera embestida. De esta manera no se desperdiciaba el plomo.

   “Salió Maceo de San Cristóbal el miércoles por la tarde, con el designio de atacar la población de Candelaria si no franqueaba las puertas al ejército libertador. El pueblo de Candelaria estaba guarnecido por cuatro compañías de voluntarios, llamados chapelgorris, dos escuadrones del mismo instituto y 50 hombres del batallón de San Quintín. Con algunas horas de anticipación, el general Maceo escribió una carta al coronel de voluntarios Remigio Humara, a las reiteradas súplicas de la familia de dicho jefe que se hallaba en San Cristóbal; de la carta fue portador un hijo del citado coronel. El mensaje de Maceo no obtuvo respuesta por escrito. Unicamente, el portador de la carta, al regresar de su misión, le dijo e Maceo que no creía fácil la capitulación de la plaza dado el temperamento belicoso de los voluntarios, los cuales esperaban ser socorridos de un momento a otro por las columnas del general Marín que se organizaban en Artemisa. Maceo comenzó el ataque de la población e las cinco de la tarde. Acometieron, primeramente, las dos fuerzas de infantería de Sotomayor y Delgado, ocuparon las trincheras del perímetro exterior, en donde se situó el cuartel general al cerrar la noche. El fuego se extendió rápidamente por todo el radio de la localidad. Bajo un aguacero de balas, nuestra gente se apoderó de algunos edificios de mampostería, desde los cuales se hizo menos peligrosa la hostilidad de los defensores. Empezó el incendio de las casas abandonadas y establecimientos de comercio: el fuego no calmaba los ímpetus de la guarnición. A media noche continuaba el ataque y la defensa, bajo el resplandor de las llamas. Algunas familias de la localidad, aterrorizadas por el espectáculo de la destrucción, acudieron presurosas al cuartel general de Maceo pidiéndole amparo y misericordia. No era ya posible contener el curso de los sucesos: flameaba la bandera española en los reductos de Candelaria, y los altivos de defensores no daban señales de flaqueza; a las imprecaciones de nuestra gente enardecida, contestaban con otros denuestos, y a los gritos de ¡Cuba libre! con vítores a España. No se arriaba la bandera. Los chapelgorris, con la boina encasquetada y el fusil en la boca de la aspillera, daban el más solemne testimonio de su fidelidad al estandarte de Castilla, resueltos a que les sirviera de mortaja si el insurrecto clavaba el pendón de Cuba libre sobre las torres de Candelaria. Hacían alarde de su fervor patriótico junto con los hijos del país, que emulaban con los vascongados en la bélica función de defender aquellos muros, que a los primeros les recordaba la heroica empresa de Bilbao, pero ningún episodio glorioso a los segundos. Entre los chapelgorris figuraban algunos negros, no con el carácter de soldados de ocasión, sino a guisa de veteranos entusiastas, dispuestos a los mayores sacrificios por el triunfo de la bandera española, no queriendo más recompensa que la de la gloria del instituto y el lustre de las armas. El ejemplo era elocuentísimo para los españoles de allende que jamás estimaron la adhesión de los hijos del país, creyéndola falaz o convencional, y por la causa de España daban la vida como el más abnegado de los patriotas; y era elocuentísima enseñanza para los militares de renombre que dejaban malparado el honor de las armas en el terreno del desafío, o simulaban extraviarse en la amplia carretera, como si fuera un laberinto en que todos los senderos multiplicaban la confusión. ¡Bello papel el de aquellas columnas perseguidoras que pasaban de largo por el pueblo de Candelaria, y a marchas forzadas se dirigían a Guanajay, buscando la vía expedita del ferrocarril! ¡vituperable conducta si se compara con la heroica y patriótica de los defensores de Candelaria!”


Parque infantil en Candelaria, Pinar del Río, Cuba. Foto del 2008.
Parque infantil en Candelaria, Pinar del Río, Cuba

• 1878 -

- Jornadas Postreras de La Guerra Grande.

Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 73-74 nos describe los acontecimientos del 4 de febrero de 1878 en la Historia de Cuba:

   “Encarnación de la rebeldía noble y altiva fue el mayor general Antonio Maceo. En el círculo de sus cálculos no cupo pensamiento alguno de donde pudiese emanar desdoro o menosprecio para la causa de Cuba libre. Colocado en las avanzadas del honor cubano, supo ser vigilante celoso de los intereses patrios. No hubo en él en la guerra iniciada en 1868 decaimientos ni dobleces. Cuando el cansancio de la lucha y la impotencia del esfuerzo aproximaron a muchos de los defensores de la bandera de Guáimaro a El Zanjón, Maceo consagró a la gloriosa enseña proezas dignas de los atributos de la fama.

   “En los primeros días del mes de febrero de 1878 el general español Arsenio Martínez de Campos se hallaba concertando con los hombres que seguían al servicio de la Revolución la paz por la Metrópoli tan ansiada. El famoso caudillo de la restauración borbónica no escatimaba medios de ningún género para lograr el triunfo de sus propósitos. Muchos de los cubanos en armas, por su parte, no tardaron en caer en la red de las proposiciones liberales, basadas en promesas de rectificaciones y reformas saludables, que a modo de estandarte de reconciliación salvadora presentaba Martínez de Campos. Pero había excepciones entre los insurrectos, y Antonio Maceo constituyó, si no la principal, una de las más notables.

   “Soldado del temple de Maceo no podía contentarse con no estar conforme con la consumación de un pacto que estimaba suicida. Necesitaba demostrar su sincera oposición con hechos resonantes y prácticos. De esta suerte sin duda pensaba cuando, el 4 de febrero de 1878, hallándose acampado entre Palma Soriano y Florida-blanca, se decidió a batir a los españoles al mando del coronel Ramón Cabezas. La brega fue encarnizada. A la columna enemiga, fuerte de trescientos hombres, hizo frente Maceo con los treinta y dos que constituían la guarnición de su vivaque en el momento de comenzar la lucha. Duró ésta, con varios intervalos, la mayor parte del día, y estuvo salpicada de episodios emocionantes. Un oficial libertador, el capitán Valentín Consuegra, mató, en duelo a machete, al coronel Cabezas. De los españoles quedaron sobre el campo de la polémica muertos unos doscientos sesenta y prisioneros veintisiete. Las bajas cubanas sólo llegaron a cinco, entre las cuales se halló el teniente coronel Teodoro Laffite.

   “Dura lección debió de ser para Martínez de Campos el suceso del 4 de febrero de 1878. Maceo puso entonces de manifiesto una vez más como el recurso supremo de que había hablado Ignacio Agramonte era capaz de realizar hazañas trascendentales. La Revolución estaba, sin embargo, condenada a morir. Aquellas jornadas no pasarían de ser las postreras de la Guerra Grande. Sobre los alientos patrióticos, las esperanzas de los optimistas y la abnegación de los que se sentían atraídos por el dilema de vencer o morir en la contienda se alzaba la adversidad. A guisa de paréntesis, largo o corto, pero paréntesis al cabo, se imponía la paz, una paz transitoria y capaz de preparar a los defensores de la República para una nueva demanda en condiciones decisivas.”


• 1860

- Aprueba la reina Isabel II por Real Orden dictada en esta fecha, la creación de una Escuela de Agricultura para la isla de Cuba bajo la inmediata dependencia del Gobernador Capitán General de la misma, estableciéndose en el potrero denominado Ferro, en las inmediaciones de La Habana.


• 1774 -

- Se empezó a levantar la muralla del Santuario de Regla.



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Última Revisión: 1 de Diciembre del 2008
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