La Invasión Libertadora en las Guásimas, 22 de noviembre
Calendario Cubano


Noviembre
Oct 1 2 3 4 5
6 7 8 9 10 11 12
13 14 15 16 17 18 19
20 21 22 23 24 25 26
27 28 29 30 Dic


22 de noviembre - Escorpión
Escorpión

Referencias

Guije.com
 Antonio Maceo
 Máximo Gómez

 Provincia de Camagüey
 Municipio Morón


22 de noviembre
Invasión Libertadora
de José Miró Argenter

• 1895 -

José Miró Argenter en “Cuba Crónicas de la Guerra (La Campaña de Invasión) - Tomo I: Segunda Edición” de la Editorial Lex, 1942, páginas 118-122 describe los acontecimientos del 22 al 26 de noviembre de 1895 en la Historia de Cuba:


“Las Guásimas”
“Recuerdos de 1874.”
“-Divergencias de opiniones sobre la prohibición de la zafra.”
“-La opinión de Maceo.”

   “Marchando lentamente, sin haber tenido una sola escaramuza, el cuerpo invasor llevaba andadas 40 leguas por el territorio de Puerto Príncipe, y nos faltaba poco más o menos la misma distancia para llegar al punto peligroso de la travesía, la trocha militar de Morón, rebasada la cual, en el supuesto de efectuarlo con fortuna, nos hallaríamos en otro escenario más agitado y abundante en peripecias que el recorrido hasta ahora. Vivamente se anhelaba cambiar de teatro, aunque la transición fuese lo más brusca, y de la nueva situación se derivasen lances arriesgados, disputas terribles y funciones imponentes. Habíamos explorado casi todo el país que el ilustre Agramonte llenó con sus hazañas: sobre aquel cielo transparente se destacaba la silueta del caudillo cabalgando en su corcel de guerra, delante del regimiento que llevaba su nombre glorioso. Habíamos faldeado la sierra de Najasa, cruzado la extensa comarca del Príncipe, la ciudad de las piadosas tradiciones, cuna del Lugareño y de Agramonte; y más atrás, ya lejos, quedaba la fatídica sima en que se hundieron los sacrificios de una epopeya de diez años, ¡el vitando Zanjón!... Visitamos el campo de las Guásimas, donde se ventiló en 1874 el encarnizado combate que ha dado celebridad a ese sitio, lleno de recuerdos para muchos de nuestros soldados que tomaron parte en aquella acción; volvían a pasar por allí ¡después de veinte años! defendiendo la misma bandera, mandados por el mismo capitán y, como entonces, en camino de Occidente. ¿Retornaremos algún día victoriosos?; ¿cuál será el resultado final de nuestra empresa?; ¿tendremos la suerte de vivaquear otra vez en este sitio memorable, y repasar las páginas de hoy, enriquecidas con los fastos de la gran jornada? Ante el raro concierto de sucesos propicios que la casualidad amontonaba sobre nuestra ruta, haciendo marchar unidos el pasado y el presente, en estrecha relación hombres y lugares, pudiera decirse que la sangre derramada en las Guásimas había sido fecunda, y que la obra entera de la Revolución se encaminaba al mismo fin, bajo los prósperos augurios de las coincidencias. Pero al buscar nuestros soldados los parajes donde cayeron sus antiguos camaradas, no hallaron ni vestigios de la mortandad, porque la naturaleza había borrado todas las huellas de la encarnizada discordia, echando sobre las humildes sepulturas un manto nuevo de vegetación.


   “El Diario oficial de la guerra, al relacionar este período de la campaña, no registra ningún episodio digno de mención, limitándose únicamente a determinar las marchas de la columna, que fueron tan monótonas como las anteriores, y los puntos en que se acampó, parajes casi desiertos sólo conocidos por los monteros que guiaban el rumbo. En aquellos lugares deshabitados no sabe uno qué camino escoger de los muchos transversales que se presentan, porque los más de ellos no son más que trillos de veinte o treinta centímetros de ancho, abiertos por el ganado y destinados a desaparecer todos los años durante la estación de las lluvias. En la época de la sequía escasea el agua y la poca que se encuentra es de un sabor pésimo. La vegetación es menos opulenta que en el centro del territorio; se ven grandes rasos alfombrados solamente por el espartillo, sin más pompa que la del yarey, el tieso guardián de las sabanas estériles.


   “Desde las Guáisimas hasta las inmediaciones de la Trocha, estuvimos seis días, marchando siempre con lentitud, para que los caballos estuvieran frescos al emprender la excursión hacia las Villas, una vez forzada la línea de los españoles. Pero antes de narrar este episodio marcial, nos toca referir un suceso de carácter político, aunque relacionado íntimamente con los planes de la guerra, y sobre el cual mantenían criterio distinto el general en jefe, Máximo Gómez, y su lugarteniente, el general Maceo; el primero opinaba como el gobierno de la República. Entraba en los planes de Gómez la prohibición absoluta de la zafra en todas las fincas del territorio de la República, como medida de guerra eficaz para quitar recursos al gobierno español; que aplicada con inflexible rigor habría de causar pánico inmenso en las clases productoras del país y dar origen a una grave perturbación económica. A esos fines había dictado una circular muy explícita y conminatoria, que, desde luego, iba a surtir los efectos apetecidos, siendo el campo una yesca en el período de la zafra y teniendo el fósforo al alcance de la mano. Opinando el Consejo de Gobierno de la misma manera, acordó el día 24 de Noviembre la prohibición absoluta de la zafra de 1895, sin excepciones ni benévolos miramientos: implícitamente, pues, quedaba decretada la destrucción de la riqueza agrícola. ¿Quién iba a contener el voraz incendio una vez prendida la chispa?


   “Pero el general Maceo, que no era partidario de esas medidas extremas mientras no las justificase un proceder ilícito por parte de los dueños de fincas, la mala fe o el propósito deliberado de burlar las leyes de la República, al serle comunicada dicha resolución por la Secretaría de la Guerra, contestó con el siguiente oficio, que insertamos íntegro


   “Al Secretario de la Guerra:


   “He recibido el atento escrito de Vd., de esta fecha por el que se sirve comunicarme el acuerdo tomado por el Consejo de Gobierno el día 24 del mes actual, relativo a la prohibición absoluta de la presente zafra en todas las fincas azucareras situadas en el territorio de la República. Acato el acuerdo de referencia, pero no puedo menos que llamar la atención de Vd. respecto a la contradicción que resulta entre esta nueva disposición y el artículo 21 de la Constitución vigente, que declara válidos todos los compromisos contraídos desde que se inició el actual período de guerra hasta que fue promulgada la Constitución. En este caso se encuentran algunos hacendados del departamento Oriental que celebraron convenios conmigo para el pago de la contribución de guerra, la cual aceptaron por la seguridad que yo les di de que podían hacer sus cosechas si abonaban el impuesto. Hace pocos días que tuve el gusto de remitir al Secretario de Hacienda una relación expresiva de las cantidades recaudadas en el departamento Oriental y de las que han de hacerse efectivas al vencimiento de los plazos fijados al efecto. Si, pues, la Constitución ha sancionado esos compromisos, ¿no ve Vd. clara y manifiesta la incongruencia? ¿No cree usted que mi reputación de militar honrado sufriría mucho si ahora se redujeran a cenizas las fincas de estos hacendados, por el hecho de creerse éstos en quieta y pacífica posesión de sus propiedades, y con derecho para trabajar a virtud del convenio celebrado conmigo? ¿Qué concepto más desfavorable no se tendría de la Revolución y de sus jefes, si a pesar de las garantías que ofrecen los artículos 20 y 21 de la Constitución, se cumple con todo rigor el acuerdo del Consejo de Gobierno? ¿Qué mal efecto no causaría en el extranjero tal medida, precisamente en los actuales momentos en que se ha hecho opinión favorable al reconocimiento de beligerancia, reconocimiento que ha de dar por resultado la exención de todo impuesto a los propietarios extranjeros? Y finalmente, ,no cree Vd. que los extranjeros aquí residentes, los peninsulares pacíficos que nos son adeptos y nuestros mismos conterráneos se convertirían en enemigos, si de esa manera les lastimamos en sus intereses, que ellos creían garantidos por nuestras leyes y por la formal promesa de los que hemos intervenido directamente en la enojosa misión de levantar fondos? Descanso en que las razones que anteceden pesarán en el ánimo de los ilustrados miembros del Consejo de Gobierno, y que en consideración a ellas modificarán su acuerdo en el sentido de que los efectos de éste no alcancen a los hacendados que acrediten haber satisfecho sus respectivas cuotas, sino a todos aquellos que se han negado a auxiliarnos desoyendo nuestras patrióticas excitaciones, y también a los que asumieran esa actitud en lo sucesivo; dejando sin embargo franco el camino para entenderse con nosotros a los que tengan voluntad de hacerlo, porque careciendo la Revolución de fondos suficientes para prolongar la guerra no sería práctico despreciar los recursos que puedan proporcionarnos los hacendados. Y no se objete que la Revolución se pierde si se hace la zafra, porque es de peor efecto para el gobierno español el que los dueños de ingenios tengan que recibir de nosotros el permiso para moler, a despecho de los millares de soldados que tiene en la Isla, lo que evidencia una vez más que es impotente no ya para vencernos por medio de las armas, sino para impedir que destruyamos los campos de caña, los establecimientos y maquinarias de los recalcitrantes y contribuyentes morosos. Soy de Vd. con toda consideración en P. y L.-Camagüey, 26 de Noviembre de 1895.


   “-A. MACEO."


   “Tomó el gobierno en consideración las justas razones alegadas por el general Maceo, en lo tocante a la validez de los compromisos pactados con anterioridad al decreto de prohibición de la molienda; pero dejó firme el acuerdo en su parte esencial, no estimando sin duda de suficiente valor las observaciones contenidas en el expresado documento para hacerle modificar su decisión, acerca de la cual ya se mantenían desde mucho antes opiniones favorables: era cosa juzgada de antemano. Con el mandato prohibitivo, aplicándolo con todo rigor, sin contemplaciones ni debilidades, el gobierno de nuestra República se proponía intimidar a su adversario con un concurso de medios que tarde o temprano lo predispusieran a la paz, y si, a pesar de ello, se obstinaba en la guerra, agotarle por dichos medios los recursos pecuniarios que sacaba de la riqueza territorial de Cuba, ruina a que habría de agregarse desde luego una gran parte de la producción industrial y mercantil, tan estrechamente relacionada con aquélla. En suma; a la tenacidad de la nación española quería oponer el gobierno cubano otra amenaza parecida.”



| 22 de noviembre |
| Noviembre |
| Calendario Cubano |



Gracias por visitarnos


Última Revisión: 1 de Agosto del 2008
Todos los Derechos Reservados

Copyright © 2008 by Mariano Jimenez II and Mariano G. Jiménez and its licensors
All rights reserved