La Invasión Libertadora en Las Tunas por el 3 de noviembre de 1895
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3 de Noviembre
Invasión Libertadora
de José Miró Argenter

• 1895 -

José Miró Argenter en “Cuba Crónicas de la Guerra (La Campaña de Invasión) - Tomo I: Segunda Edición” de la Editorial Lex, 1942, páginas 96-101 describe los acontecimientos del 3 de noviembre de 1895 en la Historia de Cuba:


“Las Tunas”
“Noticias del enemigo. -En Las Tunas. -Acciones del 7 y 8 de noviembre.”
“-Admirables esfuerzos de la columna española.”

   “Antes de partir de Mala Noche se enviaron órdenes terminantes al jefe de la 2ª División para que activara la marcha del contingente que habían de dar las fuerzas de Manzanillo y Bayamo. A las seis de la mañana (3 de Noviembre) desfilaba nuestra columna por el camino de las Tunas, con el intento de hacer una marcha de diez o doce leguas ese día; pero fue necesario detenernos en Río Abajo, límite de la jurisdicción de Holguín, y acampar en dicho sitio, al tenerse noticias de que en Vista Alegre se hallaban considerables fuerzas españolas; a media jornada corta de nuestra vanguardia. Casi al mismo tiempo, por conducto confidencial, se recibieron informes de que otra columna, desde la plaza de Holguín, había tomado el camino de Mala Noche, para operar indudablemente en combinación con la de Tunas, y con el intento de impedirnos el paso a Camagüey (1).


   “Eludir combates durante nuestra marcha por el departamento Oriental era punto resuelto por la dirección de la campaña, porque aparte de razones políticas, interesaba adelantar camino, para de acuerdo con los planes concertados con el jefe del ejército, invadir el departamento Central en los primeros días de Diciembre. Toda función de guerra supone una dilación más o menos larga, bajas en las filas y entretenimiento de personal para el transporte y seguridad de los heridos. Por estas razones, el general Maceo trataba de evitar un choque con la columna que teníamos á vanguardia, manteniéndose á la defensiva si era atacado, no inspirándole temor alguno la que venía por la huella, puesto que no podía darnos alcance de ningún modo, ni aun en el caso de que acortase la ruta por el camino de Aguarás, en vez de dirigirse á Mala Noche, y se situara después sobre el de Tunas á Guáimaro, á marchas forzadas. En previsión de lo primero, se comunicaron instrucciones al brigadier Capote, jefe de la división de Tunas y Holguín, para que estuviera sobre el enemigo y vigilara sus ulteriores movimientos.


   “Hasta el 5 por la mañana permanecimos en Río Abajo; y ya en conocimiento de que el brigadier Capote iniciaba la operación, nos encaminamos á Vista Alegre. El vecindario nos dio noticias más concretas de los españoles, que dos días antes habían acampado allí con el propósito de batir el grueso de la insurrección, capitaneado por Maceo. Se destacaron algunos grupos á caballo por la zona de Tunas (la ciudad), para que mantuviera la alarma.


   “Dura fue la jornada del día 6. Los caminos estaban intransitables, desfondados; se hundían las cabalgaduras hasta el pecho, atascándose los bagajes á cada pago, y la infantería, que cubría la retaguardia, tuvo que soportar mayores fatigas á causa de la profunda huella impresa en los fangales. A las dos de la madrugada hablase emprendido la marcha, y eran las nueve de la noche cuando se acampó al raso en las praderas de la Soledad sin más que dos ligeros altos durante el camino, y lloviendo á torrentes desde media tarde.


   “La columna española que se hallaba en las Pelonas el día 5, logró amenazar nuestro flanco derecho, no sin ser hostilizada por el brigadier Capote al emprender esa operación; y avisado el Cuartel General de que el enemigo se encontraba á las ocho de la mañana á legua y media, todo lo más, de nuestro campamento de la Soledad (distancia que fácilmente podía minorar por travesíos despejados), se tocó en seguida prevención y marcha, dejando allí algunos pelotones de caballería para que entretuvieran á los españoles. Efectivamente, poco después se enredaban á tiros con la descubierta dé la columna; pero al mando esta de un jefe animoso, que á todo trance quería empeñar combate, reconoció el campo de la Soledad y tomó el camino que llevaba la división expedicionaria. Fue necesario escalonar fracciones de infantería por la quebrada de las Lajas para que contuviera los ímpetus de la vanguardia enemiga, y entonces arreció el fuego, porque, simultáneamente, la caballería de Tunas hostilizó el ala derecha de los españoles, que trataba de ganar terreno por dentro de las maniguas y ocupar con antelación los puntos más culminantes. Ante la resistencia que se les opuso durante un trayecto de dos kilómetros, desistieron de internarse por los vericuetos; toda la columna se detuvo en la sitiería de las Lajas, como para acampar en ese punto: once de la mañana.


   “Llegó nuestra columna á la dehesa de Guaramanao con el intento de refaccionarse, no creyendo el general Maceo que los españoles continuaran la operación; pero en tanto se desollaban las reses para el desayuno, algunos disparos elocuentes advertían que el enemigo volvía á la carga, á pesar de las siete horas que llevaba de tarea. No había, pues, acampado en las Lajas, no había hecho más que tomar un refrigerio para realentarse y seguir con mayores bríos la caminata.


   “Reforzados los puestos de retaguardia, como primera medida, bregaban poco después con el grueso de la columna, que avanzaba resueltamente hacia nuestro campo, por dos lados distintos. Entonces se prepararon las fuerzas en orden de batalla: la caballería, desplegada en medio de la pradera, cubriendo todas las avenidas del frente en una buena extensión de terreno; y la infantería, arrimada á una ceja de bosque, para defender la entrada del campamento por el sitio más accesible, á fin de repeler cualquier ataque impetuoso de los españoles. La estructura del terreno brindaba ocasión de sostener con brillo la pelea contra fuerzas más numerosas, puesto que el fuego de nuestra infantería hubiera diezmado las filas enemigas al tratar estas de penetrar en el campamento por el lado que parecía más vulnerable, si no hubiese sido eficaz la maniobra de carga de nuestros escuadrones. Pero ello estaba en desacuerdo con los planes de campaña, repetidas veces indicado en el curso de este relato; por lo que el general Maceo desistió de empeñar acción formal con aquel enemigo tenaz y animoso, que no daba señales de cansancio en medio del calor asfixiante del día. Mas antes de proseguir la ruta era de necesidad sostener las primeras acometidas del adversario, como así se hizo, con buena fortuna.


   “Los tropas españolas, que soportaron á pie firme el fuego certero de 60 infantes que defendían el camino de las Lajas, no cejaron en su propósito de apoderarse del campamento hasta tanto no se les opuso resistencia más vigorosa, y no vieron amenazado su flanco derecho, al mismo tiempo que se repelía otro ataque de su vanguardia, casi encima de nuestros retenes. Hubieron, pues, de contenerse, al observar las líneas de nuestra infantería, bien apoyada; reducir á cortas proporciones el radio de despliegue y hacer uso de la artillería, intervalo que aprovechó Maceo para organizar la retirada, no sin antes hacer una bella demostración que obligó a los españoles á cambiar el orden táctico. Con efecto; atravesando nuestra caballería á paso largo un arroyo que tenía á sus espaldas, apareció de improviso sobre la altura de una loma que dominaba el campo de la acción por todo su frente, dando lugar á que nuestros infantes ocupasen el camino que debía seguirse en la retirada, y una vez escalonados sólidamente, se adelantó la caballería cubriendo los flancos opuestos, hasta que pudo situarse á vanguardia de la impedimenta y practicar exploraciones en el sitio del Lavado, donde se acampó á la caída de la tarde. La columna española pernoctó en Guaramanao. Sobre ella quedó un escuadrón del contingente invasor, á más de las fuerzas de la brigada de Tunas, que vivaquearon á retaguardia del enemigo.


   “Los exploradores que al amanecer del día 8 se enviaron por el camino de Guaramanao, hallaron en marcha á la tropa española en dirección á nuestro campamento. Nutridas descargas á eso de las nueve indicaron que la acción se formalizaba con la gente de Capote; y una hora después, el fuego, por momentos más vivo y atronador, advertía la proximidad de la columna. Todo el tiempo era ya poco, una de nuestras avanzadas iba en manifiesta retirada, casi envuelta por las guerrillas españolas, y los proyectiles cruzaban por el alojamiento del Cuartel General. Rápidamente, los infantes que se hallaban disponibles se extendieron por una frondosa arboleda, que corre hacia la derecha del hato en toda su longitud, y la caballería formó en línea circular, de frente al enemigo, pero oculta á su inspección por una ligera cañada que atraviesa allí el terreno. Entretanto, los españoles desde otra arboleda, que cierra el fondo del potrero por el camino de Guaramanao, procuraban enfilar las líneas de nuestra infantería para apoderarse de esta posición y descubrir la cañada que servía de cortina á nuestros escuadrones: situación que debió de colegir el jefe de la columna, toda vez que iniciado ese movimiento de flanco con bastante empuje y apenas rebatido por nuestros peones (porque tenían la orden de economizar cartuchos), dispuso otra maniobra completamente distinta; á saber, reforzar el lado opuesto, tratando de evitar que por allí se corriera la caballería cubana, mientras cañoneaba por el frente de la posición culminante. Algunas granadas reventaron junto al Estado Mayor y muy cerca del general Maceo, que observaba desde un sitio desabrigado las evoluciones del enemigo. En estos momentos, el regimiento García, salvando al trote un espacio considerable, se encaró con las guerrillas españolas que protegían el desfile de una sección de tiradores, simulando en presencia de aquéllos una dispersión á la desbandada, á fin de que cobraran calor y persiguieran á los supuestos fugitivos hasta las inmediaciones del lugar donde se hallaba el trozo de nuestra caballería. El general Maceo, con visibles señales de impaciencia, acababa de dar la orden de que se cargara al arma blanca, si la tropa española avanzaba por el centro del potrero. Pero aquella maniobra de dispersión, bien ejecutada por los escuadrones de García, no dio los resultados apetecibles: las guerrillas españolas retrocedieron, creyéndose seriamente amenazadas.


   “Reinó profundo silencio. La caballería cubana permanecía inmóvil; la infantería en su puesto, y las españoles en observación, amparados por el follaje: los unos y los otros con las armas requeridas, atisbándose mutuamente. ¿Cuál sería el lado vulnerable?... Los cubanos no podían atacar aquella espesura del frente, poblada de soldados en línea de batalla, ni los españoles atravesar la planicie de hierba guinea para apoderarse del boscaje en que se apoyaban nuestros peones, porque al ataque hubiera respondido inmediatamente la furiosa embestida de los jinetes cubanos, lanzados á la carga por Maceo. Sagaz y previsor, en alto grado, el jefe de la columna española se mantuvo en el mismo sitio á pesar de las nuevas provocaciones que hicieron algunos grupos á caballo, transcurridos aquellos instantes de imponente tregua. En esta situación, siendo ya mediodía, se ordenó la marcha dejando allí una guardia de caballería para que vigilara los movimientos del enemigo; este ocupó la casa del Lavado, media hora después de haber cesado las hostilidades.


   “Eran las doce próximamente cuando terminó este hecho de armas, que hubimos de sostener con mayor tesón que el anterior, ó sea el combate de Guaramanao, para poder llegar sin nuevos obstáculos al territorio de Camagüey. Nuestras bajas, entre las dos acciones, fueron 23, incluyendo las de la brigada de Tunas al mando de Capote; este jefe salió herido (2).


   “No hemos de negar los meritorios esfuerzos realizados por las tropas españolas, pues además de la actividad desplegada en la operación, y de la pericia incuestionable de su jefe, soportaron grandes fatigas durante las horas de marcha por camino, y senderos de difícil tránsito. Mandaba la columna el coronel Nario, uno de los oficiales más competentes del ejército español en la campaña de Cuba. Pero si los españoles han podido adjudicarse la victoria táctica, obtenida por la superioridad de sus elementos (prescindiendo de las razones que tenía nuestro caudillo para no empeñar combates), es lo cierto que, á pesar de esa superioridad, revelada en las cifras de los partes oficiales, y de los bríos que demostraron en las das jornadas, no les fue posible entorpecer nuestro paso á Camagüey, objetivo de la operación, y en cambio lo efectuó Maceo, casi á la vista de las tropas que trataban de impedirlo.


   “(1) Después de la guerra hemos sabido que también salió de Cauto Embarcadero otra columna, para practicar reconocimientos infructuosos por Corral Nuevo y Tranquera, sitios donde estuvo Maceo pocos días antes. Dicha columna regresó para sus cuarteles, después de un registro tan inútil perdiendo la oportunidad de batirse con nuestra retaguardia.


   “(2) El periódico "La Discusión", de la Habana, correspondiente al 12 de Noviembre de 1895, decía que en el hospital militar de Holguín habían ingresado 58 heridos, procedentes de los últimos combates contra Maceo. Nótase, sin embargo, una confusión en la noticia, puesto que parece muy dudoso que el día 12 de Noviembre estuvieran ya en Holguín los heridos de las acciones de "Guaramaneo" y el "Lavado", con doble motivo habiéndose encaminado á Guáimaro la columna española después de dichos combates.”



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Última Revisión: 1 de Agosto del 2008
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