• Santos católicos que celebran su día el 9 de abril:

- En el Almanaque Cubano de 1921:

Santos Acasio y Hugo, confesores y Santas María Cleofé, casada y Casilda, virgen y Waldetrudis, viuda

- En el Almanaque Campesino de 1946:

Santos Acasio y Hugo, confesores y Santas María Cleofé, casada y Casilda, virgen y Waldetrudis, viuda

El 9 de abril en la Historia de Cuba

• 1896 -

- Antonio Maceo en la Acción de San Claudio.

Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 205-206 nos describe los acontecimientos del 9 de abril de 1896 en la Historia de Cuba:

   “En la campaña realizada por el general Antonio Maceo en el Oriente de Vuelta Abajo en la primavera de 1896 hubo novedades que pusieron una vez mas de manifiesto las admirables cualidades del caudillo. La acción de San Claudio, librada el 9 de abril de 1896, constituyó para las huestes libertadoras otra victoria resonante a la par que sumió a los defensores de la Colonia, de Weyler abajo, en comentarios, disquisiciones y acuerdos reveladores del desconcierto reinante en sus ánimos. Una página de gloria escribió Maceo al quedar triunfante, a costa de treinta y siete bajas entre muertos y heridos, en San Claudio.

   “Cuando el Lugarteniente, a despecho de la inclemencia del tiempo, bajo los azotes de un recio temporal, se dirigió el 3 de abril a San Diego de Tapia, había tomado la resolución de buscar al enemigo. De ahí que no pusiera paz a su espíritu ni diese tregua a su acometividad. Supo que el cuartel general de los españoles estaba en el pueblo de Bahía Honda. Organizó patrullas exploradoras, que no tardaron en cerciorarse de la existencia de destacamentos adversarios en los ingenios Bramales, Luisa y Teresa. Entonces Maceo, convencido de la inminencia del choque, dada la situación en que españoles e insurrectos se hallaban, consideró pertinente aguardar la ofensiva de sus contrincantes.

   “El 9 de abril de 1896, a mediodía, en las inmediaciones del ingenio Manuelita, se inició la polémica entre los españoles y las fuerzas mandadas por el general Quintín Bandera. Con presteza acudió el Lugarteniente, atraído por las detonaciones. El fuego tomó incremento, rivalizando el general Maceo y el teniente coronel Devós, jefe de las tropas españolas, en ordenar maniobras de importancia. Pero lo más notable en aquellos momentos estuvo constituido por la actitud de Maceo, quien, al arreciar el combate, echó pie a tierra y, provisto de un fusil y de una canana que le alcanzó uno de sus subalternos, se colocó en la línea de tiradores, disparando como un simple soldado. El ejemplo del caudillo enardeció a los cubanos.

   “Al cabo de seis horas de incesante lucha, en una extensión de dos leguas, la acción pudo darse por terminada con el triunfo de las huestes insurrectas. Mucho mayor fue la importancia de éste por lo mismo que los españoles pelearon con bizarría y denuedo dignos de la habilidad con que resultaron dirigidos por el teniente coronel Devós, no menos en la ofensiva que en la retirada hacia San Claudio. La brega entrañó para los leales a España motivo de largas lamentaciones, de juicios muy singulares y hasta de inculpaciones enderezadas a jefes de la significación del coronel Ulpiano Sánchez Hechavarría. Mal podían avenirse Weyler y los suyos con el resultado desastroso del rudo encuentro con el Lugarteniente: habían concebido la esperanza de infligir a Maceo la derrota que éste, cambiando los términos del suceso, asestó a sus adversarios, cuyas pérdidas en hombres debieron de correr parejas con la intensidad de la pésima impresión que les causó la ocurrencia sangrienta de San Claudio.”